lunes, 30 de marzo de 2009

Prólogo de un adiós

es un silencio sin extremos eso que se instala un día cualquiera
que deja caer las marcas en la abertura de otro aliento
es esta teoría que se abrevia como tiempo de reloj que se inflama en el escollo
de otro cuerpo
que ata los cabos sueltos en los guiños de un reflejo

con esa insuficiencia de llegada con esa geografía de hallarnos prorrogados
y se quiebra y te quiebras
en un abrazo taxativo en un abrazo calendario
en ese abrazo reliquia en esas ansias de estar y te vas de caber en un sólo cuerpo
y así las lágrimas la escalera la puerta el enjambre en las pupilas
eso que te aloja en esas letras en ese signo de la oblicuidad

y en esta astilla nos quedan los rasgos comunes y una filiación matutina
una vez más devoro el hito
ese tú el yo el conjugarnos
es un intervalo sustantivo en la garganta


adiós

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